Sorry, estamos SOLD OUT
Pareciera que la prudencia va en retirada. Estamos notoriamente más abiertos y menos temerosos al contagio por COVID. Tampoco nos asusta endeudarnos para vivir las experiencias de las que nos privamos por largos dos años (quizás más). Todo confluye en un fenómeno sin precedentes: conciertos que se agotan en 15 minutos, filas virtuales y una cantidad inusitada de mega eventos a precios que no reflejan la crisis económica ni la inflación que llenan los titulares. Sin embargo, está todo vendido.
Se ven personas con orejas enormes saliendo de alcantarillas y lugares oscuros. Se mueven como roedores con mucha prisa por llegar a alguna parte. La última escena muestra una multitud en torno a un gigantesco parlante incrustado en la tierra que lo remece todo. Es la promo de la primera versión de Primavera Sound en Chile y su manera genial de representar la situación de la que estamos saliendo –el encierro y la privación de música en vivo- y lo queremos disfrutar en conexión con otros sin distancia social-.
Ya era impactante que Coldplay tuviera cuatro shows confirmados en Chile ¡y en Argentina confirmaron un octavo!; es casi para no creer, considerando que los titulares llevan meses abundando en palabras como “crisis”, “inflación” y “alzas de precios” o que el desempleo tiene unas décimas por sobre el 7%; si consideramos que algunas ubicaciones de Coldplay superan los $200.000; algo no cuadra.
Hay razones muy a la vista para esta incongruencia. Lo saben muy bien los que compararon temporadas completas y tickets para eventos que se suspendieron por la pandemia. Pero, quiero proponer una explicación enraizada en un encuentro ocurrido hace 10 años. En 2012 hubo un pequeño revuelo en torno al tema de la felicidad y las posibilidades de medirla. Vino el ministro de la felicidad de Bután, la CASEN por primera vez consideró el bienestar en su modelo y la mayoría de los gurús tuvieron una cumbre en Casa Piedra. Ahí tuve la oportunidad de hablar con Tal Ben-Shahar, el doctor en filosofía y psicología israelí que dictaba la clase más demandada en la historia de Harvard, “Psicología positiva”. Entrevistándolo para una revista lo grabé diciendo que la felicidad SÍ se puede comprar: “Supongamos que recibo un bono en el trabajo. Podría comprar un auto nuevo o irme de vacaciones familiares. Si tengo unos dólares extra, puedo comprar un nuevo gadget o salir a comer con mi pareja. Se ha demostrado que ambas opciones conducen a un incremento de la sensación de bienestar. Pero cuando compro cosas, el aumento es temporal y rápidamente vuelvo al punto en que estaba. El bienestar que obtenemos de una experiencia es mucho más duradero, porque lo recordamos, hablamos de eso y estrecha nuestras relaciones. Ir al cine con alguien o comer con un grupo de amigos no son experiencias caras y, sin embargo, entregan muchos beneficios”.
¿Será que, amenazados por un organismo tan microscópico como desconocido, llenos de incertidumbre, aprendimos a valorar las experiencias espontáneamente? Bueno, entre Rosalía, Justin Bieber, Dua Lipa, Michael Bubble, Primavera Sound y varios otros; 2022 viene cargado de esos que los medios tildan de imperdibles. Y parece que, sin importar el costo o la dificultad que implique, queremos la felicidad que nos pueden dar.
Circularon memes sobre lo imposible que era conseguir entradas para ver a Dua Lipa y sobre las cosas a las que algunos estaban dispuestos por una. Las localidades para su presentación en Santiago se agotaron en apenas 15 minutos. No se las llevaron personas que acamparon afuera de puntos de venta. Frente a esta demanda inusitada hubo que echar mano a soluciones tecnológicas.
Queue It es una empresa danesa que asegura proveer “justicia online y una experiencia fluida” a los clientes de organizaciones que ofrecen productos y registros de alto tráfico. No importa si es el lanzamiento de una colección de maquillaje, el concierto más prendido del verano, postulaciones para visas o matrículas de grandes universidades; ellos trabajan para dar “paz mental” a sus clientes. En el caso de las ticketeras eso significa evitar el colapso de sus webs y los bots acaparadores mediante una sala de espera virtual. Por ejemplo, a las 260 mil personas que esperaron por un ticket para Dua Lipa se les asignó un número aleatorio, como una especie de sorteo; solo 12 mil tuvieron éxito. Por cierto, los precios fluctuaban entre los $32.000 y los $237.000.
La pospandemia en el horizonte
Hay que ser muy claros: ninguna pérdida humana se puede relativizar. Pero también es cierto que cuantitativamente otras pandemias aniquilaron a mucha más gente en el pasado. Quizás parte de lo terrible de la que nos tocó vivir radica en que creíamos superados peligros como este. De esas tragedias anteriores podemos extraer algunas luces para iluminar el futuro.
"Apollo's arrow: the profound and enduring impact of coronavirus on the way we live" se llama el libro que lanzó el año pasado Nicholas Christakis. Ahí el sociólogo, médico y profesor de ciencias sociales y naturales de Yale, una de las 100 personas más influyentes según la revista Time y uno de los grandes pensadores actuales para la revista Foreign Policy, atisba un futuro que se parece a un pasado bastante específico.
En primer lugar debemos saber que estamos en el comienzo del fin de la pandemia. Cuando el aspecto biológico se vea más o menos resuelto, va a haber que sanar en lo económico y social. La pospandemia no empezará antes de 2024, según Christakis.
“Típicamente en períodos de pandemia la gente se vuelve más religiosa, ahorra dinero, le toma aversión al riesgo, tiene menos interacciones sociales y se queda más en casa. Dejas de ver a tus amigos”, dijo en una entrevista a BBC. En esa ocasión dijo también que en la pospandemia todo eso se revertirá, como pasó en la década de 1920, razón por la cual suele llamársele “los locos años 20”. Christakis prevé una verdadera fiebre por interacción social; clubes, restaurantes, manifestaciones políticas, eventos deportivos y recitales repletos.
“La religiosidad disminuirá, habrá una mayor tolerancia al riesgo y la gente gastará el dinero que no había podido gastar. Después de la pandemia puede venir una época de desenfreno sexual y derroche económico. Si miras lo que ha pasado en los últimos 2.000 años, cuando las pandemias terminan, hay una fiesta. Es probable que veamos algo similar en el siglo XXI”, declaraba Christakis.
Da la impresión de que no pudimos esperar hasta la pospandemia propiamente tal para empezar la fiesta y volver locos los años 20 de este siglo.
November 18, 2022